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Conciliación laboral, personal o familiar: mito o realidad

Europeísta, europeístas, familia

Por Carmen Serrano e Iván Rodríguez (GT Familia Europeístas)

Llegó el otoño, época de fin de vacaciones y comienzo de un nuevo curso escolar. La vuelta a la rutina después de más de dos meses de encaje de bolillos para organizar nuestros tiempos y los tiempos de nuestros hijos durante las vacaciones escolares. Porque las vacaciones laborales no dan para todo. Y hay que elegir.

Habrá quien ocupe el tiempo de sus hijos con campamentos y actividades lúdicas varias, con el consiguiente coste económico, no al alcance de todos. Habrá quien se vea obligado a disponer de la inestimable ayuda de los abuelos y demás familia extensa (grandes olvidados luego en procesos de separación y divorcio, aunque esa sea otra historia al estilo tragedia griega), sobrecargando muchas veces a quienes debieran ser objeto de cuidado más que cuidadores nuevamente. Habrá quien opte (si es que puede) por solicitar excedencias o permisos no retribuidos para poder atender adecuadamente a sus hijos durante el periodo estival, con el consiguiente coste económico, presente y futuro (prestaciones futuras), no al alcance de todos, y el sacrificio de su desarrollo profesional en aras a su desarrollo personal y familiar.

Llega el otoño, y diera la sensación de llegar aire fresco. Comienza un nuevo curso escolar, y con él parecieran encajar de repente todas las piezas de ese puzzle que antes no éramos capaces de terminar: la conciliación laboral, personal y familiar.

europeísta, euroepístasPero nada más lejos de la verdad. Durante las primeras semanas del curso escolar nos enfrentamos a un nuevo reto: el periodo de adaptación. Y aun se puede complicar más cuando se tiene más de un hijo, y de edades diferentes, porque, incluso en el caso de que ambos acudan al mismo centro escolar, cada uno de ellos tendrá asignado un horario distinto dentro de ese infierno espartano llamado periodo de adaptación. Y así, tienes que acompañar a la niña de dos años al colegio durante los primeros días a las 12.15h y recogerla a las 13h, mientras que a la de cuatro años ya la acercaste a las 11h. Y a partir del tercer día cambia el horario de las dos, y a la pequeña la acompañas a las 11h mientras a la mayor ya la acercaste a las 10h. ¿Alguien se imagina lo que tiene que ser con más de dos hijos, o con hijas en distintos centros escolares? Una auténtica carrera de triatlón que no hay conciliación que integre, y que obliga a muchos padres y madres a incluir septiembre en sus vacaciones laborales. Y nuevamente hay que elegir. Vacaciones, excedencias, permisos no retribuidos, abuelos y demás familia extensa, cuidadores… 

Finalizado el periodo de adaptación, los obstáculos no desaparecen. Las diferencias existentes entre los horarios laborales y los horarios escolares obligan nuevamente a tener que elegir. Porque los horarios escolares finalizan a las cinco de la tarde, mientras los horarios laborales no finalizan antes de las seis, sino las ocho de la tarde (ello sin tener en cuenta la realidad de otros sectores económicos con proceso continuo, trabajo a turnos, trabajo nocturno, guardias de 24 horas, etc.). Porque en España priman los horarios partidos con períodos de descanso para la comida amplios, excesivos muchas veces, que alargan de manera innecesaria la jornada laboral por las tardes. Y consiguientemente, de nuevo estamos rellenando tiempos con actividades extraescolares, disponiendo del tiempo de abuelos y demás familia extensa, solicitando excedencias o reducciones de jornada, con el coste/sacrificio personal, familiar, económico y profesional que ello implica.

Europeísta, europeístas, familiaEn España, no nos engañemos, conciliar la vida personal y familiar con el desarrollo profesional ni es fácil, ni está al alcance de todos, convirtiéndose en muchas ocasiones en un puzzle incompleto a falta de piezas. Muchas veces exige un peaje caro de reputación profesional. Porque conciliar hoy en día en España sigue estando mal visto, y los y las trabajadoras somos conscientes de esta triste realidad, inaceptable en un país desarrollado, social y progresista como España, miembro de la Unión Europea, lacra que incide directa o indirectamente en nuestras ínfimas tasas de natalidad, en las dificultades de muchas mujeres para promocionar profesionalmente, en las dificultades de muchos hombres para disfrutar de su familia, en la proliferación de los contratos a jornada parcial, en la precarización futura de la capacidad adquisitiva de aquellas personas que se ven obligadas a optar por solicitar excedencias o reducciones de jornada para cuidar de sus hijos e hijas. Y siempre conlleva una elección.

Si es complicado conciliar para el cuidado de los hijos e hijas, conciliar para el cuidado de otros familiares, para el desarrollo de la esfera familiar, ya es casi misión imposible. Las medidas, mejor dicho, la falta de medidas que fomenten y protejan esta conciliación familiar refleja la compleja relación existente entre el mundo laboral y el mundo familiar.

En España, no nos engañemos, conciliar la vida personal y familiar con el desarrollo profesional ni es fácil, ni está al alcance de todos, convirtiéndose en muchas ocasiones en un puzzle incompleto a falta de piezas.

Compatibilizar la vida personal y familiar con el desarrollo profesional no debiera ser un mito, sino una realidad. Pero se queda en papel mojado, en titulares estéticos vacíos de contenido, en un querer pero no poder, en el ámbito de lo políticamente correcto. Porque la conciliación debiera basarse en la posibilidad de optar a ambas esferas de la persona: la esfera privada y la esfera pública, la vida personal y familiar y la carrera profesional. Mas cuando se está obligado a optar, no siendo una elección libre sino necesaria, no cabe hablar de conciliación ni de compatibilización.

Son necesarias modificaciones de nuestro sistema productivo con medidas que promuevan horarios laborales flexibles y “conciliadores”, siguiendo la senda de otros países europeos (por ejemplo, Alemania), no limitándonos a medidas que conlleven a simples a reducciones, parciales o totales, de la jornada laboral, a reservas de puesto de trabajo, a suspensiones temporales de la carrera profesional. Son necesarias modificaciones en nuestro sistema educativo con medidas que promuevan horarios más fácilmente “conciliables” con los horarios laborales de los padres y madres. Ser valientes y enfrentar de cara al problema en busca de soluciones y no de parches temporales. Es cuestión de voluntad. La oportunidad puede ser ahora. Mito, o realidad.

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