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Lo sentimos, nacionalismo: NO es NO

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Blogs La Razón | Por José Francisco Sigüenza |

El pasado 25 de noviembre se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Uno de los hashtags que se utilizaron fue el de #libresinviolencia y es interesante abundar en ello, en que muchas veces la simple falta de libertad es una de las más crueles formas de violencia. Contra la mujer, contra cualquiera, contra una ideología, tendencia o pensamiento.

Muchas veces hemos escuchado cómo algunos maltratadores se escudan en buenos sentimientos para justificar sus acciones. La violencia que generan los celos, las ansias de control disfrazadas de protección y amor, y luego las disculpas: el “nunca lo haré más”, “no entiendo cómo pude”, y la peor de las veces al tiempo vuelve de nuevo el control: el “¿a dónde vas?”, “¿por qué vas así vestida?”

Y llegados a este punto no puedo dejar de pensar en los comportamientos que algunos líderes nacionalistas vienen desarrollando en los últimos días. Te quiero Europa, pero te quiero como debes ser según mis criterios, te quiero Europa, pero con mis condiciones y a mi manera, y si por alguna casualidad no respondes a mis estándares de virtuosismo entonces eres mala y te insulto y, en definitiva, me vuelvo violento contra ti. No te quiero libre Europa, te quiero como yo quiero que seas, y es así como debes ser… Y cuando me doy cuenta de la barbaridad que acabo de escribir, me lo echan en cara, me retracto, digo que no y sin embargo, en el siguiente tuit, ya te estoy diciendo cómo deberías ser.

Qué distinto este comportamiento del nacionalismo y qué apartado de los versos de Amancio Prada: “libre te quiero como arroyo que brinca de peña en peña, pero no mía”, la generosidad y posiblemente el amor verdadero en apenas unas pocas palabras.

Querer a Europa es desearla libre, sin otros límites que el respeto a sus ciudadanos, a lo que ellos piensen, a cómo decidan amarse, al futuro que ellos mismos elijan construir. Querer a Europa no puede significar nunca que unos pocos tengan más derechos que otros por el simple hecho de nacer en un determinado territorio, tener un particular sexo, practicar cierta religión o lucir un mayoritario color de piel.

Aceptar la diferencia, comprender al que no piensa igual que nosotros, en definitiva, ser solidario, serlo hasta sus últimas consecuencias, es lo que supone ser europeo.

En estos últimos meses, desde que Gran Bretaña se decidió por el Brexit, hemos asistido a un intenso movimiento social de reivindicación de la Unión Europea como garante de las virtudes a las que me refería en el párrafo anterior. Es normal que algunos, aprovechando estos nuevos vientos de futuro, quieran arrimarse al barco azul y estrellado para seguir manteniéndose a flote en sus postulados, es normal pero no es viable. Los nacionalismos son sentimientos de unos pocos para unos pocos, de todo punto incompatibles con la solidaridad que encarna la Europa que hoy, y cada día más, deseamos muchos.

Lo sentimos mucho nacionalismo, NO es NO.

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