Blogs La Razón | Por José Francisco Sigüenza |
Sentados a la mesa están mis padres, los tuyos, mi cuñado, el hijo de su primer matrimonio y su pareja actual. Tu hermana ha traído un lomo de Extremadura bien rico, es su primer año fuera de casa, comenta que antes de ayer estaban en mangas de camisa y lo rápido que se ha olvidado del frío que hace por aquí. Es Nochebuena.
Sentados alrededor de la fuente de langostinos, todos sabemos que hay alguno al que no le hace demasiada gracia que mi padre se empeñe en escuchar el discurso del Rey, pero ese uno nunca dice nada, como tampoco nadie protesta cuando, al tercer vino, ese otro comienza a desglosar las virtudes de un estado liberal, pues todos recordamos que ha hecho un montón de kilómetros para estar con nosotros y no es otra cosa que la alegría, y el saberse en confianza, lo que le hace soltar su discurso.
Todos distintos y todos participando de una cena en familia. Cada uno aportando una pequeña tradición que le recuerda a su infancia y compartiendo una anécdota, un recuerdo o un producto de la tierra. Es Navidad.
Alrededor de otra mesa bien distinta se sientan los presidentes de cada vez más países diferentes, todos ellos aportando su singularidad y buena voluntad para hacer que todos seamos un poco mejores cada día, más completos, con más derechos y oportunidades. Compartiendo una moneda o un modelo de educación. Asumiendo que hoy cedo un poco por ti para que mañana tú te solidarices con mi problema. Esta es la fuerza de esta otra mesa. La fuerza de la unión, del respeto y de la solidaridad. Es la Unión Europea.
Y, aunque nos falta alguno, el espíritu europeo cada vez está más fuerte y vivo que nunca. Los más pequeños arrastran a los mayores con su entusiasmo recordándoles que el futuro pasa no sólo por asegurar lo económico, que es por lo que nacimos, sino que hay que imaginar nuevos escenarios y posibilidades que nos den más cuotas de bienestar y que consigan que nuestro entorno se mantenga limpio y saludable para las próximas generaciones.
Se discute y se trata de convencer al otro, pero cuando alguno está en un problema grave ahí está el resto para echarle un cable. No siempre parece que nos llevemos bien, pero siempre hay una mano para ayudar al otro a levantarse. Se trata de un espíritu de unión, se trata de Europa.
Y así, invierno tras invierno, vamos cumpliendo años, transmitiendo valores, ampliando tradiciones, cada vez más gruñones algunos y más tolerantes otros, pero siendo una sola familia con todo lo que ello conlleva de respeto, de cariño y de futuro.
Y se apagarán las luces, regresará tu hermana a Extremadura y, en su nueva casa, mi cuñado y su pareja formarán un hogar mientras mis padres piensan en qué pronto pasa todo lo bueno a la vez que planean su próximo viaje.
Todo esto ocurre ahora en Europa, en Navidad, en esta gran familia que asegura el futuro de todos.