En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
La sociedad española se está polarizando.
Este es el mantra que repiten unos y otros. El centro, ese santo grial de la moderación política, se presenta como el “no man’s land” de la batalla ideológica actual. Todos luchan por él pero no dejan de bombardearlo, rodearlo de alambre de espino y plantar minas en él.
A un lado, la extrema derecha con su más aún extrema extrema derecha y al otro lado de las alambradas, una izquierda híper adjetivada que transita entre Marx, el Ché y una nueva versión de Simón Bolívar. Y todos tan contentos, ¡oiga usted! No se crea que le hacen ascos.
Todos quieren ser moderados, pero nadie practica la moderación, todos acusan al otro de ser un radical al tiempo que destruyen los pocos puentes que aún quedan tendidos entre las dos orillas.
El mejor ejemplo de esto que digo es lo que sucede en la red social Twitter. Lo llamaremos “el bloqueo de los que no piensan como yo y osan decírmelo”.
Resulta que una red social en la que el “premio” es tener cuantos más seguidores mejor, en la que se supone que el predicamento que tienen las ideas de uno se mide por el número de veces que replican los otros tu mensaje, ahora lo que se lleva es presumir de cuántos usuarios has bloqueado y cuántos otros te han bloqueado a ti.
Así, no es extraño encontrarnos con frases como “acabo de bloquear a cuatro nuevos fachas” o por el contrario “me acaba de bloquear Pablo Iglesias” y todas ellas jaleadas con comentarios que aplauden uno u otro hecho.
Pero… ¿No se supone que la cosa va de que se escuche nuestra voz? ¿De que nuestras ideas se alcen sobre las demás? ¿Cómo vamos a conseguir convencer al otro si le impedimos que interactúe con nosotros?
Nos debatimos entre el placer que proporciona un buen “zasca en toda la boca” y la paciencia que necesita un diálogo argumentado que termine convenciendo de lo acertadas de nuestras opiniones. Lamentablemente la mayoría de las veces gana el placer inmediato del sarcasmo, pero ya decía el poeta aquello de que “una vez pasado da dolor” y lo peor de todo es que no sirve para mucho más.
La política no debe ser otra cosa que elegir entre dos posibilidades buenas ya que nadie quiere para los suyos algo que les haga ir a peor y es en ese afán de encontrar la mejor de las opciones que han de ir encaminados nuestros esfuerzos de animales políticos.
Hemos de escuchar para mejorar nuestros posicionamientos pues es imposible mejorar nada si nos rodeamos de loros que repiten nuestros mismos postulados y sobre todo no irritarnos porque no nos den la razón. No pasa nada porque nos digan que nos equivocamos, pidamos argumentos y dialoguemos, saldremos todos reforzados.
Y si nos insultan, pues ni caso. No se merecen el bloqueo, sólo el látigo de nuestra indiferencia.