En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
He de reconocer que en un principio y un poco también ahora, esto de los indultos me parecía un globo sonda del Gobierno para ver cómo reaccionaban el resto de fuerzas políticas y medir sus fuerzas con sus socios nacionalistas y con los de Podemos.
Pensaba y aún pienso que la situación en la que queda el tablero político después de las elecciones a la Comunidad de Madrid con un vicepresidente morado menos y una vicepresidenta más, con un socio principal de gobierno que ha de hacer méritos para no parecer tan gobierno y sí más alternativa y sobre todo, unos socios nacionalistas que sienten en sus carnes también el desgaste de un ejecutivo que no se prodiga en darle alegrías al electorado, requiere testar las fuerzas con las que unos y otros se enfrentan a la misma.
Los indultos han hecho que el Partido Popular tenga que posicionarse junto a Vox, o no, en la Plaza de Colón. El PSOE ha comprobado la fortaleza de las adhesiones al aparato de sus díscolos varones regionales y de esta manera todos y cada uno van saliendo de su zona de confort dejando al descubierto sus puntos débiles.
Pero a mi juicio, lo más interesante es la posición inamovible del bloque nacionalista que lejos de querer un indulto piden amnistía, que menuda gracia sería que indultasen a los políticos presos y el fugado Puigdemont, como no está juzgado y por lo tanto no se le puede indultar, siguiese en busca y captura. Digna de estudio es su posición cuasi épica de o referéndum o nada, o dialogas para darme la razón o voy por libre. Con esta postura deja bien clara cuál es la debilidad del Gobierno, la necesidad que tiene de ellos… por eso digo que igual estamos ante un globo sonda y Sánchez nos sorprende con un golpe de timón que demuestre a ojos de España, lo buen capitán que es y el amor que profesa por la Constitución. Después, en la ola del fervor patrio, convoca elecciones declarándose el paladín de la unidad de España, el terror de los fascistas y dejando a los nacionalistas sin el poder que ahora tienen y a Podemos hundido por la cosa del voto útil (véase el caso Cs en Madrid). Es arriesgado, pero a Sánchez le suelen salir bien estas cosas.
Y en el fondo del asunto, pero muy en el fondo, escondida para que nadie hable de ella, la cuestión clave que de afrontarla nos evitaría semejantes espectáculos, ¿quién tiene el derecho a decidir?
¿Deciden los nacidos catalanes que viven en el territorio llamado Cataluña o lo ampliamos a los que no siendo catalanes viven allí? ¿Decidimos también los que con nuestros impuestos sostenemos estructuras e inversiones en Cataluña o los pagafantas mejor que no digamos nada? Y si siento a Cataluña como mía, del mismo modo que cuando voy al pueblo de mi madre en Zamora, ¿acaso no debería contar también mi opinión yo que siendo español y entendiendo Cataluña como una parte de mi cultura? Y la más peliaguda, ¿Cataluña es Cataluña o también Valencia? Y el Valle de Arán ¿es Cataluña o esos díscolos mejor que no abran la boca?
Estas preguntas no se afrontan pues significaría ir a la raíz del problema y nos evitaría, cuando llegásemos a una conclusión, asistir a esta sí cortina de humo que tapa muertos, EREs, negocios quebrados y pobreza.
El derecho a decidir pasa, entre otros muchos caminos, por conocer bien el fondo del asunto y conocer hasta las últimas consecuencias. Todo lo demás es, sencillamente, mentira.