En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
A nadie se le escapa que estos tiempos que vivimos son complicados para llegar a acuerdos. La política se ha convertido en el arte de encontrar aquello que nos distingue del vecino para convertirlo en el punto de apoyo con el que no mover nada. Buscar el disenso para convencer a los nuestros de que la razón está de nuestro lado y así no tener tampoco que argumentar mucho más. Rodeados estamos de políticos y de una política vaga y simplona que no nos lleva a ninguna parte.
Esto del cambio climático no iba a ser la excepción.
No voy a entrar en si el clima está cambiando por la acción del hombre o si por el contrario cambia porque los ciclos naturales son así. Es una discusión completamente intrascendente que no sirve para nada más que entretenernos en debates sin solución. Lo que nadie puede refutar es que las cosas cuando se cuidan duran más y que si tengo en mi poder un objeto valioso, lo mejor que puedo hacer para conservarlo durante mucho tiempo, es cuidarlo.
Ésta y no otra es, es en mi opinión, la verdadera discusión. ¿Quieres cuidar tu planeta, o no? ¿Quieres perder parte de tu confort para conseguirlo, o no?
Una ciudad con humo es menos confortable que una que se cuide de no tenerlo. Un río limpio y que no huela mal, nos proporciona una calidad de vida y unas posibilidades mucho mayores que uno contaminado y lleno de porquería. Creo que en esto es complicado no estar de acuerdo por mucho que se empeñen los políticos y deberíamos, a partir de este punto de encuentro, comenzar a trabajar.
Menos cumbre del clima y más poner el clima en la cumbre. Menos paripés y más debatir cuál es el mejor camino para poder tener un planeta más limpio, más sostenible sin tener que recurrir a drásticas soluciones. Y es que no hay soluciones mágicas ni inmediatas. Ya hemos comprobado que apostarlo todo a una carta o a dos, hace que el mercado se desestabilice, suban los precios de las energías y al final el objetivo de un mejor planeta se transforme en una amenaza para nuestro bienestar.
La solución ha de venir forzosamente de tocar muchas teclas y durante mucho tiempo y sobre todo en ser conscientes de que la solución está en nosotros como individuos. Como si de un “efecto mariposa” se tratase, pequeños cambios en los hábitos de muchos pueden generar grandes efectos globales. El demandar y elegir de manera consciente productos y modos de vida más amables con el entorno generará sin duda, la respuesta amable de ese entorno para con nosotros.
Cambiar hábitos y cambiar ritmos de vida. Reclamar y poner de moda el disfrute de las cosas sencillas, del pasar lento del tiempo y de la espera como parte del gozo, ante la inmediatez del chute de adrenalina que pasa tan rápido y que como dijo el poeta, sólo nos deja dolor.
No hay que buscar tener razón sobre si el clima cambia o no. Sólo hay que querer cuidar esa maravillosa canica azul en la que vivimos y que es nuestro mayor tesoro.