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Imperio romano bis

En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza

Cada vez más a menudo, la situación política por la que atraviesa la Unión Europea me recuerda a las últimas décadas del imperio romano. Lo que fue una potencia en ingeniería, en arquitectura, a madre del derecho y de la estrategia militar sucumbía entre inquinas, rencores, pereza, vicio y líderes débiles.

Los principios que habían forjado un imperio se tambaleaban y se recurría a “extranjeros” y mercenarios para defender las fronteras frente a subestimados enemigos.

Sin principios ni valores, el comienzo del fin.

Ayer leí que Putin amenazaba a la OTAN con una respuesta militar si no se dejaba de actuar en Ucrania. La intención de Rusia es que “occidente” deje de influir sobre la antigua república soviética no sea que esta se salga de su órbita y tome el “camino equivocado”. Con un eufemismo digno del mismísimo Maquiavelo, Rusia pide a la comunidad internacional que respete “el derecho a decidir su propio camino” de los ciudadanos ucranianos.

Esa gravísima amenaza no viene, como quiere hacer ver la diplomacia rusa, de un supuesto aumento de las tropas de la OTAN en suelo ucraniano. Estratégicamente hablando la alianza atlántica no tiene nada que hacer contra los herederos de los zares tan lejos de casa.

La amenaza real es la democracia.

Rusia ha cambiado varias veces sus leyes para poder perpetuar a Putin en el poder hasta que su cuerpo aguante. Se podrán realizar elecciones, pero a todas luces, un país en el que se persigue la libertad de expresión, poniendo, en el mejor de los casos a los periodistas bajo vigilancia, no es una verdadera democracia. El peligro pues, viene de ese más que probable contagio democrático que sin duda traerá un acercamiento a occidente por parte de Ucrania.

Pero, porque siempre hay un pero en casi todo, la duda surge cuando uno reflexiona sobre cómo está defendiendo su democracia “occidente” y en concreto, en lo que a nosotros afecta, la Unión Europea y aquí es donde aparece la sombra de la decadencia romana.

Si la democracia se basa en elegir entre todos a los mejores que luego nos representarán a la hora de hacer leyes, si a la hora de hacer esas elecciones en lo que nos fijamos es en las propuestas que nos hacen los candidatos sobre cómo será su proceder, si la democracia, como digo se basa en eso, vamos fatal.

Los mejores se alejan de los partidos políticos como si de un apestado se tratase. Ya no da prestigio ser ministro, ya nadie cree que un diputado actúe con independencia y pensando en los que le han elegido pues el temor a que le sancionen sacándole de las próximas listas les paraliza a todos. ¿Y qué decir de los discursos y las propuestas? Se han sustituido por insultos y eslóganes publicitarios. Todos repiten como papagayos lo que diga la consigna del día y así, cada vez más rápido a la mediocridad absoluta.

Hay que defender la democracia desde dentro para poder exportarla y exigirla fuera y de ese modo poder lograr un mundo más justo y solidario.

La Unión Europea debe de manera radical, alejarse de esta deriva, aprender de la historia y no cometer los errores que cometieron nuestros antepasados.

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