En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
Uno anda un poco liado en estas últimas semanas y no presta demasiada atención a lo que está pasando en el ruedo político de la piel de toro. Lo poco que se escucha en la radio camino al trabajo, un tuit que se comparte en el grupo de “a mí no me mires que yo voté a UPYD” y poco más.
Pero pasan muchas cosas y como decía en el anterior artículo, en apenas unos días, dependiendo del resultado de las urnas andaluzas, puede que pasen muchas más.
Los debates no aportan mucho y las encuestas requetecocinadas tampoco. El nivel argumentativo es tan pobre que los analistas políticos se dedican a consultar la previsión del tiempo tratando de averiguar si las altas temperaturas serán más propicias a los de las derechas o si por el contrario beneficiarán a los de las izquierdas. Triste pero cierto.
Quizá lo más interesante no es lo que se diga sino la puesta en escena de los altares electorales. Hasta el mismísimo Pablo Iglesias en Hora 25 de la Cadena SER se abstuvo de dar su opinión y esgrimió un patriótico “prietas las filas” en torno a “Por Andalucía” cuando le preguntaron cómo era posible que los líderes nacionales de la coalición de izquierdas (Íñigo Errejón e Ione Belarra) no fuesen capaces de hacerse una foto juntos y animar así a su candidata Inma Nieto. Ni siquiera la eternamente deseada Yolanda, nos puede proporcionar no mas que un verso fotográfico de amor entre estos dos líderes que en su soledad acompañada, ni con siete razones, son capaces de bajarse del burro.
Pobre izquierda, pobres votantes de izquierdas. Tan rotos, tan desnudos, tan renunciando a ver el sol en cada mañana. Famélica legión que se alimenta de un espíritu antifascista que no da ni para salir juntos al recreo.
Pero aún nos queda Yolanda, eternamente esperada Yolanda. A partir del 8 de julio por toda España, “Íñigo, lo mejor está por llegar”. ¿Recuerdan aquel acto con Ada Colau y las Mónicas Oltra y García en Valencia? Pues fue en noviembre del 2021 y desde entonces llevamos con esta declaración de amor que nos colma el pecho de esperanzas que por ahora son sólo eso, el anhelo de saber que efectivamente será cierto lo que nos cuenta. “Caminemos desde ya, no vamos a permitir que nos cambien, somos las Marías Zambrano y las Victoria Kent (a las que nunca votaríamos)” y así una colección de enardecidas frases tan rimbombantes como huecas. Recuerdan aquello de “programa, programa, programa” pues ni se le espera.
Pobre izquierda, a pesar de Yolanda, qué sola estás, contigo, no cuenta nadie ya… (Los Secretos dixit) y por eso mismo, porque ya no son creíbles, las derechas no dejan de cosechar un triunfo tras otro. Tan mediocres como los otros, pero convertidos en el mal menor que nos salvará.
Y es que no se puede hablar de luchar contra el fascismo sin ser capaz de estar en la misma foto que el que piensa como tú. No se puede hablar de querer mejorar la vida de la gente desde la política sin tender la mano. Es imposible “caminar juntas”, si al final no dejas que te acompañe nadie.
La democracia no es una entelequia teórica ni una utopía con la que llamar a un bar de Salamanca (los cuasi cincuentones me entenderán). La democracia hay que ejercerla para que exista, como el amor, como los versos de Milanés. Nadie dijo que fuera fácil, pero si quiere dejar de ser la eterna Yolanda, tendrá que dejar de predicar y empezar a repartir trigo.