En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
Una de las críticas habituales que se suelen escuchar cuando se habla de la Unión Europea es que se encuentra muy alejada de la ciudadanía, que existe una especie de mundo burbuja alrededor de las instituciones europeas llena de traductores y de vericuetos burocráticos que la hacen ciertamente incomprensible.
Otra de las cosas que se habla a menudo es que posiblemente las causas de esta desafección por la cosa europea vengan de la mano de dos hechos principales, el primero es que todos los éxitos que se logran a raíz de la implantación de políticas y reglamentos comunitarios son rápidamente reivindicados por los políticos nacionales como propios, transformando en local lo que es el resultado de un trabajo en común entre los países miembros. En segundo lugar, se encuentra la situación contraria, cuando las cosas no van lo bien que debiera a nivel nacional, son esos mismos políticos los que echan balones fuera culpando, a esa entelequia llamada Europa, de los errores que deberían asumir como propios.
En resumen, tenemos una ciudadanía que no comprende muy bien cómo funcionan las instituciones europeas y unos políticos que las usan a su antojo y conveniencia hurtándoles sus buenos haceres y cargándoles con sus propias miserias.
Y entonces estalla el escándalo: Qatar, sus millones, una vicepresidenta que ya no lo es, becarios, trabajadores y oscuros beneficios para aquellos que, a pesar de organizar un mundial de fútbol, siguen sin alinearse con la defensa de los más mínimos derechos humanos.
Los indicios de corrupción en el Parlamento Europeo que han llevado aparejadas detenciones y registros en la sospecha de que Qatar ha pagado centenares de miles de euros a eurodiputados y miembros del Parlamento para adaptar las resoluciones vinculadas con este polémico país árabe, han golpeado como un puño de acero a una institución que hasta ahora se había salvado de este tipo de amargas polémicas.
Así es, al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Estamos en medio de una de las crisis mundiales más complicadas de resolver, envueltos en una guerra que se antojaba corta en sus inicios y de la que no se vislumbra un fin, los países miembros no son capaces de ponerse de acuerdo en temas energéticos y el tope al gas no hace más que abrir viejas heridas entre estados y ahora, unos cuantos, se empeñan en echarles sal para que no cicatricen.
Posiblemente es esta falta de información y de formación ciudadana sobre la Unión Europa la que nos ha hecho llegar a esta situación. Es posible que si los europeos supiéramos bien qué se hace y a qué se dedican en las instituciones entonces seríamos capaces de atribuir a los verdaderos protagonistas los logros que se hayan alcanzado y viceversa.
Necesitamos pues, más transparencia, luz y taquígrafos sobre la Unión y sus instituciones. Para que no se vuelvan a dar situaciones tan vergonzosas como la que se está dando ahora mismo relacionada con Qatar, porque cuanto más conozcamos mejor podremos exigir y saber cuándo nos la están dando con queso.
Lo dicho, una buena lupa sobre Europa.