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Pensando Europa: el despertar del espíritu europeísta

Blogs La Razón | Por Carmen Serrano |

Durante enero acostumbro a reflexionar sobre lo que ha sido a lo largo del año anterior, y sobre las oportunidades de ser en el año entrante. Me gusta comprobar cuánto me he desviado del camino inicialmente dibujado, porque precisamente en esas desviaciones encuentro la sal que enriquece mi camino. Esas ramificaciones que me aportan nuevas oportunidades, nuevas expectativas, propuestas no esperadas.

Este año 2017 ha significado la confirmación de mi enamoramiento con el proyecto europeo. Un proyecto con éxitos y fracasos, con luces y sombras, con verdades y mentiras, pero, sobre todo, con grandes retos, oportunidades y expectativas. Porque si algo caracteriza a este proyecto común es que se encuentra en construcción continua, que no está terminado, que aún queda mucho por avanzar, y que esos aires de cambios podrán hacernos avanzar juntos hacia una mejor Europa.

Europa ha sido, sin lugar a dudas, la ramificación más interesante de mi camino en este año 2017 que ya terminó. Mi apuesta consciente por una ciudadanía europea y por un proyecto que en su imperfección tiene su debilidad y su fortaleza.

Es necesario que despertemos desde la sociedad civil y reivindiquemos el espíritu europeísta, que reivindiquemos la pertenencia a este gran proyecto común, que reivindiquemos (más bien exijamos) a los partidos políticos y a las instituciones, europeas y nacionales, avanzar juntos. Porque los partidos políticos hablan de Europa, pero no reflejan con claridad su apuesta por un futuro de mayor y mejor integración, y en su sí pero no encontramos uno de los mayores obstáculos de este futuro común. Porque priorizar los intereses nacionales sobre los intereses europeos subyuga la viabilidad del proyecto común a los intereses meramente nacionales, convirtiendo todo el esfuerzo en papel mojado, y sembrando el camino de desconfianza.

Este año 2017 he escuchado en demasiadas ocasiones que Europa no sirve, que Europa ya es pasado, que Europa no me importa porque no me aporta nada. Este descontento basado en la desconfianza se debe en gran medida a errores en las decisiones adoptadas por las instituciones europeas durante la crisis, que han hecho recaer precisamente sobre las partes más débiles las consecuencias más duras de los recortes, olvidando el principio de solidaridad.

Pero hay también una evidente desconexión de la ciudadanía con el proyecto europeo que en gran parte se debe a lo que las instituciones nacionales y los partidos políticos no hacen, a sus incoherencias, a sus omisiones “conscientes”. ¿Por qué no fomentamos la construcción de una auténtica ciudadanía europea?

Desde la educación, incluyendo en los temarios contenidos sobre la historia de la Unión Europea. O incluso una asignatura sobre la ciudadanía europea, por qué no.

Apostando por símbolos comunes: una bandera, un himno, una historia común.

Reconociendo Europa como circunscripción única en las elecciones europeas, con partidos paneuropeos que busquen defender los intereses europeos.

Y por cierto, la armonización fiscal en Europa, ¿nos llevará a la armonización fiscal nacional?

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