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De nacionalismos y otros desastres

Blogs La RazónPor Carmen Serrano

El pasado lunes se celebraba en Cataluña los actos en conmemoración del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, en un ejemplo más del desvarío de las instituciones autonómicas catalanas en su órdago al Estado Español y a la Unión Europea. Se celebró violentamente lo que en esencia fue una ruptura violenta de los principios que inspiran nuestro sistema democrático: legalidad, justicia, libertad, igualdad, solidaridad.

Pendiente todavía de dirimirse las responsabilidades penales, civiles y políticas de sus impulsores, algunos de ellos fugados de la Justicia española y huidos a otros países europeos, el proces sigue recibiendo críticas y puertas cerradas desde Europa. Sólo los grupos de extrema derecha, mismo signo del PdeCat, y los grupos eurófobos obsesionados con destruir todo lo que significa el proyecto común europeo, dan alas a los secesionistas catalanes.

En estos 365 días transcurridos desde aquel no del todo fallido golpe de estado, porque de hecho las instituciones siguen en manos de quienes no cesan en su empeño de romper el país ante la permisividad del Gobierno de España, la calidad democrática de las instituciones catalanas y de la convivencia de la sociedad catalana se ha visto degradada a niveles preocupantes, muy alejados de los estándares deseables en Europa.

Las instituciones públicas mantienen su reto secesionista, silenciando las voces de quienes representan un proyecto no secesionista en un parlamento secuestrado por un único signo político, cerrado a cal y canto a la función inherente de la actividad política. No hay actividad parlamentaria ordinaria, por lo que los problemas y necesidades de los ciudadanos catalanes no son atendidos. Todo al servicio de una república imposible de encajar en un proyecto europeo que requiere exaltar más lo común sobre lo particular, sólo existente en su ideario místico.

Las calles y espacios públicos han sido ocupados por quienes niegan ese mismo espacio a los discrepantes, a quienes no compartimos su proyecto rupturista, vulnerándose reiteradamente los derechos y libertades de aquellos que defendemos la unidad y el marco constitucional. Y Barcelona, una ciudad siempre adelantada, abierta, cosmopolita, ejemplo de convivencia desde el respeto a la diversidad y multiculturalidad, ejemplo de riqueza de gentes, de corrientes, de pensamientos, es testigo hoy en el mayor de los aislamientos de la fuga de empresas, capitales, y personas, expulsadas por el fanatismo de unos pocos. Calles en las que no es posible ejercer el derecho constitucional de reunión o manifestación pacífica sin sufrir el boicot violento de quienes se sienten víctimas, provocados por quienes simplemente piensan diferente.

Los nacionalismos han estado detrás de los peores conflictos bélicos sufridos en la historia moderna de Europa. Pero no estamos sólo ante un reto independentista. Cataluña representa hoy todo aquello que la Unión Europea pretende enfrentar desde su nacimiento: la imposición de un proyecto político identitario de corte totalitario y excluyente basado en la negación de otras propuestas políticas, en la negación de la pluralidad, en la negación de las libertades y derechos fundamentales de quienes no les son afines. Cataluña representa la negación de la Democracia. Cataluña representa la negación de Europa.

 

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