Blogs La Razón | Por Carlos Santana, socio fundador de Europeístas
Los últimos días están siendo de gran tensión para todos los actores de la política de Reino Unido. Las negociaciones y los plazos no son definitivos, y la búsqueda de apoyos para una u otra posición con respecto del acuerdo del Brexit no cesa.
No está claro que Theresa May esté actuando únicamente para beneficio de los ciudadanos de su país, ya que su permanencia en el 10 de Downing Street pende de un hilo. Lo que es seguro es su compromiso con el resultado del referéndum de junio de 2016: la salida de la Unión Europea.
Tampoco está claro, por otra parte, el objetivo último de quienes solicitan un nuevo referéndum: ¿la permanencia en la Unión o desestabilizar el Gobierno? Cada vez son más las voces que piden que los ciudadanos vuelvan a las urnas, aunque la respuesta de May ha sido contundente y, en cierto modo, sensata: ¿cuántas veces deberíamos poder rectificar?, ¿en qué posición queda la calidad democrática de Reino Unido si se probara una y otra vez hasta que se obtuviera el resultado conveniente en las urnas?
Suena convincente y, digamos, políticamente lógico, pero cabrían otros análisis.
En la Constitución española, por ejemplo, se establece que, para una reforma total o de determinadas características de la Carta Magna, los españoles iríamos dos veces a las urnas: primero, para elegir a los representantes que queremos que ratifiquen, estudien y aprueben dicha reforma, y, en segundo lugar, para votar en referéndum la propuesta final.
Volviendo a las urnas que nos ocupan, podría decirse que los ciudadanos del Reino Unido votaron la salida del país de la Unión Europea, pero no en qué condiciones. Además, muchos piensan que el Brexit está siendo un gran error tanto para Reino Unido como para la Unión Europea: ¿a grandes males, segundos referéndums?
En cualquier caso, en el parlamento británico se ha puesto en evidencia que el caos y el desconcierto campan a sus anchas entre sus señorías. Quo vadis, Britannia?
Como no es de extrañar, cada actor de la política utiliza las palabras, los ejemplos y los signos de interrogación como se le antoja. No olvidemos que la situación de Reino Unido se debe a decisiones calificadas en ocasiones como populistas y oportunistas, mediante las cuales algunos buscan réditos personales o partidistas, y no el beneficio de los ciudadanos.
Ante esta deriva política en Europa debemos exigir responsabilidad democrática a nuestros representantes. En unos meses, todos los ciudadanos de la Unión Europa (quién sabe, a lo mejor incluidos los de Reino Unido) tendremos la oportunidad de premiar con nuestra confianza a quienes demuestren que son capaces de anteponer el interés general al propio o al del partido, y, desde otra perspectiva, la oportunidad de castigar a quienes creamos que se hayan aprovechado de esos discursos populistas y oportunistas. En España, en las próximas elecciones generales (quién sabe, a lo mejor junto con las europeas, autonómicas y municipales), tendremos la posibilidad de dar un gran empujón a eso de “hacer más Europa”. Somos los ciudadanos quienes tenemos la responsabilidad de responder a ese “Quo vadis”.