Altavoz Europeísta | Por Miguel Ángel Sepúlveda García de Atienza.
El 9 de mayo de 1950 en París, con la Declaración Schuman, se proclamaba: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”. Con estas palabras, se colocaba la primera piedra en la construcción del proyecto de integración de los estados europeos. Una integración que, con los años, daría lugar a una Unión Europea fundamentada en el Estado de Derecho y cuya historia y evolución sólo pueden describirse a través de la negociación, elaboración y ratificación de sus distintos tratados, aprobados voluntaria y democráticamente por todos sus países miembros.
En concreto, algo que hoy en día nos es tan natural como la ciudadanía europea, no se introduciría hasta el Tratado de Maastricht de 1992 y no se consagraría definitivamente hasta 2007 con el Tratado de Lisboa y la reforma de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Sin embargo, aun tratándose de un derecho que considero recientemente adquirido y no pretendiendo profundizar en su dimensión jurídica por ser lego en derecho, reconozco que hoy día sería incapaz de entender la Unión Europea como la conocemos sin poder proclamarme ciudadano español y europeo, por todo lo que implica y simboliza.
Al contrario que las nacionalidades, que debido a su origen histórico exigen la existencia de un pueblo soberano, la ciudadanía europea se basa en la existencia de un espacio político europeo desligado de un vínculo de pertenencia a un pueblo, fomentando una comunidad aún más diversa y plural integrada por ciudadanos que, por definición, no comparten la misma nacionalidad; pero no se queda sólo ahí. Al establecer que la nacionalidad de un Estado miembro es requisito para ser ciudadano europeo, además, esta nueva forma de ciudadanía no obliga a elegir ni cuestiona el sentimiento de pertenencia y fidelidad hacia las comunidades políticas nacionales, sino que lo refuerza y complementa sin mermarlo un ápice.
En la actualidad, somos algo más de quinientos millones de personas las que disfrutamos de la condición de ciudadanos europeos, amén de nacionales de un Estado miembro. Una ciudadanía europea que nos confiere, entre otros, el derecho a circular y residir libremente en cualquier territorio de los Estados miembros; o la participación democrática en el proceso europeo de toma de decisiones políticas mediante el derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo y en las elecciones municipales del Estado miembro en el que se resida. Como bien sabéis, estamos en plena campaña y, en breve, podremos ejercer estos últimos.
Llamados a las urnas desde 23 hasta el 26 de mayo, los ciudadanos alemanes, austríacos, belgas, búlgaros, chipriotas, checos, croatas, daneses, eslovacos, eslovenos, españoles, estonios, finlandeses, franceses, griegos, húngaros, irlandeses, italianos, letones, lituanos, luxemburgueses, malteses, holandeses, polacos, portugueses, británicos, checos, rumanos y suecos, gracias a que todos somos ciudadanos europeos, tenemos la oportunidad de impulsar de nuevo el ambicioso y único proyecto que es la Unión Europea decidiendo cuál queremos que sea su papel en el mundo durante los próximos años porque, no lo dudéis, es el que más condicionará y dará forma a nuestro futuro.
Miguel Ángel Sepúlveda es miembro de Europeístas.
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4 comentarios en “Nosotros, ciudadanos europeos”
Me encanta que el artículo destaque que la ciudadanía europea “no obliga a elegir ni cuestiona el sentimiento de pertenencia y fidelidad hacia las comunidades políticas nacionales, sino que lo refuerza y complementa sin mermarlo un ápice”. Muchas veces encontramos argumentos simplistas que, al enarbolar la bandera de la Unión, hablan de nacionalismo europeo, lo cual no puede ser más paradójico.
Buen artículo! Es imposible no estar acuerdo. Lo interpreto como un impulso al sentimiento europeo que debemos fomentar en favor de todos nunca en contra de nadie. Es per se un valor integrador que estuvo en el origen como inspirador de la declaración Schuman, y en la actualidad bloquea iniciativas de enfrentamiento o exclusión.
El artículo es muy oportuno y el mensaje claro. Formalmente muy bien estructurado. Cada párrafo, una idea y todos del mismo tamaño adecuado para una lectura amena. Esto parece fácil, pero es infrecuente. Mil gracias.
Como al autor suele gustarle recibir comentarios, hago algunos.
El concepto de ciudadano como persona con derechos y obligaciones compartidas (a diferencia del súbdito) en un contexto territorial, esta inevitablemente ligado al de soberanía nacional. Como cualquier organización humana, los miembros de ese colectivo deciden compartir derechos y obligaciones. Ello conlleva instrumentos para modificar esos derechos y obligaciones, vigilar y garantizar su cumplimiento. De modo que ese conjunto de ciudadanos delega el despliegue operativo de su soberanía, en los tres instrumentos de toda democracia moderna: legislativo, judicial y ejecutivo.
Cuándo se es un ciudadano europeo está claro. Sin embargo para dar contenido al termino ciudadanos europeos, tendremos que delimitar el territorio (no es mayor problema) e ir re-definiendo esos derechos y obligaciones. Eso no es nada fácil porque exige un proceso de emergencia y evolución progresiva. La gran ventaja de ese nuevo acuerdo entre naciones, validado por sus ciudadanos, es el intercambio de bienes, ideas y sentimientos para conseguir un compañerismo (cum panis, compartiendo el pan) emocional, más allá de la pertenencia a un club o comunidad de intereses. Pero la racionalidad de las ventajas del intercambio siempre encuentra las barreras de los sentimientos morales (y en nuestro caso de “patrias”).
Por eso debe haber selección en la entrada y libertad de salida de las naciones miembros y el proceso de dar contenido al termino ciudadano europeo será lento con una dinámica de altibajos y tardará tiempo en consolidarse en una constitución o en una rule of law. Pero el camino se hace al andar. Caminemos al ritmo adecuado y mantengamos la soberanía sobre la UE votando entre el 23 y el 26 próximos.
El concepto de “patria” no solo es exclusivo de los populismos de derechas, sino de izquierdas mal llamadas social democracias. Aqui teneis en relacion con Europa, un ejemplo de este articulo en alemán en traducción española.
https://nuso.org/articulo/patriotismo-izquierda-cosmopolitismo-nacionalismo-internacionalismo/?utm_source=email&utm_medium=email
Una patria de izquierda
Cómo deberían apropiarse los progresistas del concepto de patria
Para repeler el ataque neoliberal contra la democracia social, los internacionalistas quieren organizarse al mismo nivel que el capital global. ¿Pero puede la izquierda democrática reapropiarse del concepto de patria y darle un sentido progresista para enfrentar a las derechas?