En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
Intento hacer memoria y acordarme de aquellos asuntos que al buscar la prensa diaria han ocupado la parte más alta de la pantalla de mi móvil a lo largo del ya pasado verano. Y digo pasado que uno ya ha regresado al trabajo y gracias a Dios que ha podido volver… Me acuerdo de lo del Rey emérito, de lo de los escraches a la Ministra de Igualdad y al padre de sus hijos, el Vicepresidente del Gobierno. Recuerdo los primeros rebrotes y luego los otros y los otros y de nuevo las fases uno. Los primeros murmullos preocupados por una vuelta al cole que se veía muy lejana y como se convirtieron en clamor a unas semanas vista de la misma. Recuerdo que muchos no se han ido de vacaciones pero que el Presidente de todos sí.
Las imágenes que me vienen a la cabeza no son pacíficas, están llenas de indignación, de rabia contenida, de incertidumbres. Lo que queda de este verano son las peleas entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno de España. Una rueda de prensa frente al Congreso de los Diputados de una portavoz que ya no lo es, de un líder de la oposición que agradece mientras premia con la cuarta fila a su estrella de la radio.
El verano ha estado lleno de ruido, ruido de amenazas, ruido de escorpiones, ruido envenenado contagioso ruido, ese que cantaba Sabina y si lo pensamos bien, es que llevamos escuchando desde que después de las últimas elecciones Pedro Sánchez, ese que aún no era Presidente y tenía bula para decir lo contrario de lo que ahora dice, nos mintió a todos para hacer justo lo contrario de lo prometido.
Es tal la necesidad de un estruendo tan grande que eclipse la vergüenza que supone hacer lo contrario de lo que se ha dicho con el agravante de querer engañar, que desde entonces disfrutamos de un carrusel sonoro que comenzó con la retransmisión de la salida de Franco del Valle de los Caídos y que ahora nos merendamos (de nuevo) con Bárcenas y Cospedal.
Pero no nos olvidemos de lo importante, el Gobierno miente, nos miente, te miente y eso es lo peor que puede hacer no sólo un novio, una hermana o un amigo, sino también lo peor, lo infinitamente peor que puede hacer un Gobierno pues haciéndolo está emponzoñando la confianza que los ciudadanos depositaron en él. El Gobierno que más ha mentido desde que hay testimonios escritos.
Hace unas semanas leía, y esta vez no en la parte de arriba de mi móvil, que el ministro neozelandés encargado de los asuntos del COVID dimitía por haberse saltado el confinamiento. ¡Ojo! Que no es que hubiese mentido, es que no había dado ejemplo y se había saltado una norma de obligado cumplimiento para el resto de sus compatriotas… a la vez se añoraba en Twitter un comportamiento así en España, pero ¿cómo van a dimitir nuestros ministros por haberse saltado cuarentenas y confinamientos (que también lo hicieron) si su jefe no lo hace por mentir?
Rubalcaba, que en paz descanse, dijo aquello de que los españoles no nos merecemos un Gobierno que nos mienta y tenía toda la razón. La duda está en si estamos haciendo todo lo necesario para merecérnoslo. Hasta que los ciudadanos no castiguen negándoles su voto a los mentirosos, se nos seguirá mintiendo pues el mal hábito hasta ahora ha quedado siempre impune.
Ahora aún se hace ruido para acallar la mentira, como sigamos así, dentro de nada, ni eso.