En Minuto Crucial | Por José Francisco Sigüenza
Regresaba yo del laboro hacia mi hogar dando un paseo por las calles de Madrid, cuando pasé por una reja llena de lazos naranjas. El efecto estético era innegable pero no entendía yo muy bien a qué venía semejante derroche de color hasta que caí en que es ahora el naranja el color que esgrimen los que están en contra de la nueva Ley de Educación de la ministra Celaá y yo estaba pasando por un colegio religioso.
Como vivimos en una época de contrarios enfrentados podemos resumir la situación del siguiente modo. ¡Ojo! No sostengo que el texto legal diga lo que a continuación escribiré, sólo digo que los bandos enfrentados esgrimen este argumentario:
A favor: Aquellos que defienden la escuela pública, la laicidad del estado, no a la religión en las aulas, no a la segregación por sexos, el español no es lengua vehicular.
En contra: Defensa de la escuela concertada, libertad de elección de los padres, defensa de los centros de educación especial, español lengua vehicular.
Todo esto en un contexto de aprobación de presupuestos generales del Estado que hace que se cambien partidas en la Ley de Presupuestos por artículos en la Ley de Educación. Todo como si el Congreso de los Diputados fuese un mercado medieval o el rastro de los domingos.
Eso sí, no se escucha nada de filosofía, ni de becas. Nada de los informes Pisa, ni muchísimo menos de lo injusto que resulta tener 17 sistemas educativos diferentes o 17 pruebas distintas de acceso a la universidad. Nadie, absolutamente nadie va a lo mollar de la situación que no es otra cosa que la calidad de la educación que le damos a nuestros hijos.
Hemos de recordar que una buena educación es la única arma, junto con el esfuerzo personal, que puede tener una persona para medrar en la vida. Tener becas que premien a los mejores y unos ciclos formativos que te preparen para el mundo laboral pueden hacer el milagro de tener un mejor trabajo que tus padres, de poder dar a tus hijos un poco más de lo que tus padres te dieron a ti.
Desgraciadamente y debido en gran parte a la falta de unas buenas leyes de educación, nuestros hijos ven más factible dar un pelotazo con un escándalo en la televisión que dedicándose al estudio.
Así, de este modo llegamos a situaciones tan dramáticas para los que gustamos de un buen razonamiento y un argumento bien llevado como la que se dio hace unos días entre Alaska y Broncano sobre aquel vídeo un tanto conspiranoico de Miguel Bosé.
A: ¿No hemos entendido todavía en el siglo XXI que cada uno puede decir lo que quiera?
B: Pero es que está diciendo que se cargue a la gente…
A: Pero tú tienes criterio para saber lo que tienes que hacer… Independientemente de lo que diga él o el contrario.
B: Vale, vale yo qué sé. Claro como va loco…
Efectivamente, qué sabrá él… Ante el argumento, el exabrupto, ante el sosiego, la burla y así, ganando audiencia, muere la lógica y el buen juicio.
Y ese es el quid de la cuestión, que no existe criterio ni se quiere que se tenga pues con una buena educación y fomentando el tener un juicio crítico no haría falta censurar las fake news porque no tendrían éxito y morirían por falta de demanda. A un pueblo educado es más complicado engañarle.
Igual ahora todo cuadra y se comprende porque nos ofrecen censura, mentira y mala educación.