Por José Francisco Sigüenza | En Minuto Crucial
Partiendo del hecho de que la economía no es mi fuerte les cuento que buceando por internet me he encontrado con este titular de la CNN: “La libra esterlina se desploma a mínimos históricos frente al dólar”. Por lo que se ve la moneda británica no ha reaccionado demasiado bien al anuncio del ministro de hacienda británico, Kwasi Kwarteng, de que el Reino Unido implementará los mayores recortes de impuestos en 50 años al mismo tiempo que aumentará el endeudamiento y el gasto del gobierno.
Movido por la curiosidad he seguido buceando y me he encontrado con este otro titular, esta vez de El País: “Descenso histórico de la cotización de la libra esterlina”. Supongo que el lector pensará que para qué cito este otro medio si los titulares son casi iguales y es cierto que lo son, la cuestión está en que a ambos los separan 36 años.
Ambos medios dicen lo mismo, sobre el mismo país, un país gobernado por dos mujeres, ambas liberales, Margaret Thatcher y Liz Truss, eso sí, separadas por casi 40 años y con otra pequeña diferencia entre ambas, una gobernaba el país dentro de la Unión Europea y la otra no. Esta pequeña diferencia puede resultar crucial si, como hace 36 años, las cosas no le resultan tan mal a los británicos y la libra remonta situando de nuevo al Reino Unido entre los países más boyantes del mundo.
Si las cosas fueran de ese modo la idea de que estar dentro de la Unión Europea es una salvaguarda y casi, casi, como el chocolate del loro, se podría venir abajo y sería, con total seguridad, un potente argumento para esos otros países que utilizan “Europa” como chivo expiatorio de los males patrios y abogan por la salida de la Unión.
A nadie se le escapa que estamos viviendo momentos difíciles. Acabamos de salir de una pandemia que nos ha dejado tocados, apostamos por unas políticas verdes que, si bien nos colocan en la vanguardia de la defensa del medio ambiente, suponen un lastre a la hora de competir con esos otros actores económicos, como el chino, el indio o el brasileño, que no tienen ningún problema en emitir lo que haga falta a la atmósfera o verter lo que sea a los ríos y el mar para cobrar una mínima ventaja sobre sus competidores. Luego, por supuesto, hay una guerra en Ucrania que amenaza con un invierno más que complicado.
He dicho al principio de este artículo que la economía no es mi fuerte, es posible que haya indicadores que se me escapan y que aseguren que lo que sucedió hace 36 años no se volverá a repetir, puede incluso que la razón para que esto no ocurra es que Gran Bretaña esta vez no está en la Unión Europea, pero… ¿y si no es así?
Sinceramente sería para mí mucho más tranquilizador ver que los dirigentes europeos y europeístas se preparan para esta posible eventualidad, que los discursos se alinean en una defensa cerrada del proyecto común presentando propuestas, ayudas, alianzas… pero no me llega nada de esto, más bien todo lo contrario.
¿Entonces… Quo vadis, Europa?